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Wednesday, October 31, 2012

RANDALL WITTIG Escribe: LA ADORACIÓN y DIRECCIÓN DE CULTOS

LA ADORACIÓN y DIRECCIÓN DE CULTOS
Por Randall Wittig - Director de la Revista Apuntes Pastorales



ADORACIÓN Y DIRECCIÓN DE CULTOS

Por Randall Wittig

Años atrás, cuando recién había comenzado en el mundo de la aviación comercial, cometí un error gravísimo —aunque había actuado con las mejores intenciones. Quise impresionar a la mujer con quien ha­bía comenzado a noviar y la invité a dar un paseo en una avioneta. Durante el regreso decidí mostrarle la hermo­sura de la acrobacia, lo que yo más disfrutaba como piloto. Hicimos varias piruetas interesantes y volvimos al aeropuerto. ¡Cuán grande fue mi sor­presa al descubrir que ella había sufrido al extremo con lo que yo había disfrutado más del vuelo! El estar invertida en el aire, con el avión girando sobre sus alas, la había espantado y hasta enfermado. Me molestó que ella se hubiera enojado conmigo. Después me di cuenta de que había actuado de manera muy inmadura.
Lo mismo sucede a menudo en las iglesias cuando los músicos adoran a Dios de la manera en que ellos disfru­tan más, y olvidan que otras personas
pueden experimentar reacciones muy diferentes. En nuestras iglesias muchos hombres y mujeres están incómodos y hasta sufren durante el tiempo de adoración. Sin embargo, ningún músico puede llegar a creerlo si no se toma tiempo para escuchar y observar lo que está pasando más allá de su propio éxtasis.
Hice una encuesta a más de 400 creyentes que asistían a iglesias con grupos de adoración bien constituidos. Me sorprendió que más del 50% de los hombres respondió que lo que menos les gustaba de sus iglesias era el tiempo de adoración. Muchos dijeron que directamente llegaban tarde porque no soportaban lo que pasaba en sus iglesias durante ese rato. Un gran porcentaje usó palabras fuertes contra los directores de música, lo cual dejó entrever que, obviamente, no estaban siendo bendecidos por ellos.
El porcentaje de mujeres que pre­sentaron quejas fue menor. Ellas tuvieron menos críticas hacia los mú­sicos; sin embargo, muchas se sentían molestas por las numerosas repeticio­nes, por el permanecer de pie tanto tiempo, etc.
Por otro lado, lo interesante es que todos los grupos de adoración consul­tados estaban muy contentos consigo mismos. Evidentemente algo estaba fallando.
Las dos partes más importantes del culto son: primero, la respuesta del hombre hacia Dios (oración, música, adoración, ofrenda, etc.) y segundo, pero primero en importancia, Dios hablando a su pueblo (la exposi­ción de la Palabra). Ambas partes resultan de gran bendición o de gran aflicción, según la forma en que se realicen. En algunas iglesias, la adora­ción atormenta el alma justa de muchas personas. Como un amigo suele decir:
“Lo que mejor hacen algunas iglesias es desarrollar la paciencia de sus fieles”.
El Nuevo Testamento casi no indica de qué manera específica debe ser realizada la adoración en la iglesia.
Enseña algunos principios, como que todo debe ser hecho decentemente y en orden para edificación, pero vemos pocas pautas prácticas. Aun más, existen muchas razones para cuestionar que la iglesia primitiva tuviera algo pareci­do a nuestros cultos modernos típicos; lo más probable podría ser que los cultos se hubieran parecido a las reu­niones caseras de grupos chicos. Pero algo sí es seguro: no usaban micrófonos ni parlantes. Todo esto lo comento para decir que mucho de lo que hace­mos o no hacemos en un culto no es, necesariamente, por principios u orde­nanzas bíblicas sino por los gustos de “los que tienen la batuta”.
A la luz de lo dicho hasta el mo­mento y con un poco de sabiduría —derivada ésta de haber observado, participado, gozado y sufrido en muchos cultos— me gustaría sugerir algunas pautas que creo pueden ayudar a mejorar nuestros cultos.
Hay ciertos factores fundamentales para tomar en cuenta, si vamos a ser usados en la edificación del pueblo de Dios y no en su aflicción.

1.         ¿CUÁL ES EL ROLY EL PROPÓSITO DEL GRUPO DE ADORACIÓN?

A. A través de la historia y hasta los días modernos, siempre que hubo un director de música, éste preparaba y dirigía el momento de adoración para que la congregación participara plenamente y de modo significativo en la adoración a Dios.
1.         Preparación: desde tiempos del Antiguo Testamento hubo personas cuya responsabilidad era preparar la música para poder lograr excelencia y bendición en la adoración. (Observemos cuántos salmos bíblicos fueron dados al director de música para la prepara­ción.) Los directores de música sabían que la preparación era fundamental, y que no era cosa de”depender sólo del Espíritu”. Para lograr que la música y el mensaje se complementaran y fueran para edificación, era necesaria la preparación previa.
2.         Dirección: se entendía que la mente y el corazón de las personas debían ser dirigidos para que hubiera una profunda adoración a Dios. La adoración no ocurre accidentalmente; requiere de la iniciativa y el liderazgo que lleva al pueblo de Dios a responder al Señor de manera apropiada.
3.         Participación significativa: el propósito no era que el músico se” luciera”, sino que el pueblo fuera mo­tivado y llevado a una participación significativa. En otras palabras, no eran los expertos quienes llevaban a cabo la adoración, sino que ayudaban a que todos adoraran.
A su vez, se reconocía que la música era sólo una parte, que la oración, la confesión, y la lectura de la Palabra eran también esenciales en la adoración profunda. Hoy en muchas iglesias pa­rece que sólo la música importa y, lamentablemente, los demás elementos han sido descuidados.
B.                 Expresiones prácticas en la iglesia.

1.         El director de música coordinaba la música con el tema del mensaje o de las fechas especiales.
2.         Un grupo (el coro) practicaba la música para poder dirigir bien el canto, para enseñar nuevas canciones o para llevar a cabo números especiales.
3.         El programa era planificado para lograr equilibrio, orden y participación significativa. Todos los elementos vi­tales eran considerados e insertados en los lugares apropiados y, además, se tenían en cuenta las necesidades físicas (a fin de no cansar a las personas).
4.         La música era escogida y prepa­rada (impresos, pizarra, himnarios, etc.), de tal forma que las personas podían aprender los cantos y partici­par de los mismos.
5.         Los instrumentos se utilizaban para ayudar a dar cuerno y sustancia a la música, pero siempre eran vistos como elementos auxiliares, no domi­nantes. En otras palabras, debían ayudar a transmitir el mensaje y por ningún motivo impedir que meran escuchadas la letra de las canciones o las voces de la congregación. Ruido y desorden eran mal vistos.

C.                Problemas comunes modernos.

1.         Se considera que el grupo de adoración es quien la realiza, y la con­gregación solamente los acompaña. Ellos son los expertos, los músicos, los que adoran, mientras las personas restantes participan nominalmente. El énfasis ha ido de la congregación al músico.
2.         Los grupos llevan a cabo su par­ticipación como si fueran lo más importante, con poca relación y coor­dinación con el resto del programa (hasta he visto grupos que al concluir su participación salen de la reunión). Debido a que los músicos consideran su parte como la principal, ellos con­trolan el programa hasta que la gente está cansada.
3.         Por su falta de orientación hacia la congregación, no existe una búsque­da sincera de llevar a las personas a
una participación activa. Todo se tapa con más amperios de los amplificado­res. Por esta razón, en muchas iglesias canta menos de la mitad de las perso­nas.

II. CONCEPTOS QUE NINGÚN MÚSICO DEBE OLVIDAR


A.         Trabajamos con humanos, no con ángeles.
Los humanos necesitan dirección y enseñanza. Muchos músicos sólo están actuando, en lugar de dirigir la música de la congregación. Tratan a ésta como los jugadores de fútbol tratan a la platea. Se espera de la platea que grite, salte y alabe animando al equi­po, pero jamás que juegue mientras éste lo hace. Es necesario que el direc­tor de música dirija a la congregación, no sólo a sus músicos. Los músicos están allí para ayudar a que la congre­gación cante bien, no viceversa.
Los humanos son un conjunto de carne, alma y espíritu. No debemos pretender que alguien que permanece de pie durante una hora no se canse ni le resulte difícil concentrarse. ¿De dónde provendrá la tradición moderna de que toda la alabanza y la adoración sólo debe hacerse de pie? Hace poco estuve en una reunión donde hubo una interrupción en el suministro de energía eléctrica. En medio de la os­curidad, el director de canto dirigió a los presentes en diferentes canciones, sin instrumentos, y todos estábamos sentados. Fue uno de los momentos más lindos de adoración de los que he participado. No existió la distracción a causa de los instrumentos o del cansancio físico.

B.                 Diversidad de gustos legítimos.
No hay una clase de comida que todo cristiano deba comer, como tam­poco hay una clase de música que todo cristiano tenga que cantar. Hay dife­rentes gustos, todos legítimos, que expresan mejor el corazón, la perso­nalidad y el momento histórico de diferentes personas. Es abusivo, egoísta y una señal de inmadurez de parte del líder musical imponer exclusivamente sus preferencias a la congregación. Su papel es ayudar a toda la iglesia a expresar su adoración a Dios. Hay que tener en cuenta los diferentes gustos para que todos puedan disfrutar.

C.        Diversidad de edades.

En una congregación hay diversidad de edades. La música debe expresar los gustos y la madurez de los dife­rentes grupos. Cuando hay muchos niños, debe haber una o dos canciones especialmente del gusto de ellos. Si
hay jóvenes, también para ellos (siendo que la mayoría de los integrantes de grupos de alabanza son jóvenes, suele ocurrir que son todas de su preferencia). Y lógicamente, cuando hay mayores, debe haber música para su gusto y propia de su época. Cuando no sucede es porque hay falta de consideración hacia los demás, egoísmo, y no se entiende el cuerpo de Cristo.

D.        Diversidad de necesidades y si­tuaciones en la vida de los participantes.
Diferentes personas llegan a la iglesia con necesidades distintas. Al­gunas llegan con derrotas y otras con victorias. El libro de los Salmos es un reflejo de la diversidad de momentos en la vida de las personas, y de la ne­cesidad de tener música y palabras apropiadas. Hay salmos para cada ocasión de la vida. Necesitamos tener
en cuenta las necesidades de todos. Esto no es fácil, requiere oración, re­flexión y planificación.

III.        MALES FRECUENTES EN NUESTRO MEDIO (no por ser comunes y populares son menos malos).

A.         El cansar y aburrir al pueblo de Dios. Alguien ha. comentado que el diablo está logrando que el pueblo se canse de la adoración, a causa de los músicos que ignoran que más no siempre equivale a mejor. Es impor­tante dar por finalizado el tiempo de adoración en el momento apropiado, antes de que las personas se cansen. El cansancio es resultado de los si­guientes factores:
-Repetición (más de tres veces la misma canción). Un grupo musical muestra su inmadurez y falta de reper­torio cuando repite la misma canción vez tras vez. Dios nos ha dado innume­rables canciones e himnos, y debemos usar esta gran diversidad de música.
-Un período de canto muy largo.
-Todo el tiempo se permanece en la misma posición física.
-Hay mucho ruido en el ambiente.
-Se cantan canciones que la mayo­ría no conoce.

B. El exhibicionismo y la ostenta­ción por parte de los músicos.
-Estos parecen estar centrados en sus habilidades.
-Existe falta de liderazgo, de tal forma que ellos son los únicos acto­res.

C. La distorsión espiritual de los músicos.
-Están fascinados, satisfaciendo sus propios gustos o necesidades espirituales, sin pensar realmente en el efecto que eso tiene en otros.
-Tienen como preocupación pri­maria la libertad de expresar sus propias emociones y el satisfacerse a sí mismos, en vez de la edificación y el bien del hermano.

D. El abuso de lo sagrado. Algunas veces, expresiones legíti­mas son usadas artificialmente para llenar el vacío y para dar apariencia de espiritualidad. El uso y abuso de las expresiones de moda desgasta lo sagra­do. Algunas expresiones trilladas son:
-“Demos un aplauso más fuerte a Dios” (como si Dios fuera sordo).
- “Todos levantando sus manos” (o brincando, o danzando).
-“¿Quién da gloria a Dios?”

E. La falta de canciones e himnos con profundo contenido teológico.
-Mucha de la música es emo­cional, agradable o con ritmo, pero carece de contenido significativo.
F. La falta de cánticos nuevos o de variación.
-En cada culto, casi siempre se cantan las mismas canciones.

G.        La imitación sin la experiencia. Años atrás los jóvenes imitaban a Billy Graham, a Luis Palau o a algún otro predicador favorito. Copiaban la forma como sostenían la Biblia en sus manos, como hablaban, y sus gestos. El problema es que no tenían las vivencias de Billy Graham ni de Luis Palau, entonces resultaban actores dotados con la apariencia pero sin la sustancia.
Hoy lo mismo está ocurriendo entre los músicos. El domingo pasado, en la iglesia a la que asistí, el joven líder del grupo de adoración trató de imitar a Marcos Witt. Era la aparien­cia, pero sin la sustancia. No sólo no tenía la voz de aquel, pero las palabras sonaban artificiales, prefabricadas, huecas, no las de alguien que real­mente camina con el Señor y de cuyo corazón brotan las alabanzas.
No hay un substituto para el cami­nar diario y profundo con el Señor. Hace poco, un director de alabanza expresó que los domingos se sentía cerca del Señor cuando “ministraba”,
pero que el resto de la semana casi no oraba ni lo buscaba. Dios le mostró que eso era incorrecto. De la abun­dancia del corazón habla la boca. Necesitaba estar toda la semana medi­tando en la Palabra y caminando con Dios si realmente deseaba expresar vida.
La alabanza no es la imitación de una forma, sino la expresión de una vida espiritual que no puede ser con ­[ tenida y que brota en celebración y 1
gratitud al Señor.        J

IV.        ALGUNAS SUGERENCIAS.

A.         Lidere. El director de adoración debe recordar que su trabajo es lider­ar, dirigir al pueblo de Dios en ala­banza. Es un líder, no un actor.

B.        Observe a su audiencia. ¿Qué están haciendo y pensando? Cuando uno ve que la mayoría no está cantando sino sólo esperando que ese momento termine, debe tomar conciencia y cambiar lo que está sucediendo.
C.        Dé importancia a los otros mi­nisterios de la iglesia, especialmente al ministerio de la Palabra. La música y la adoración aumentan la receptivi­dad de la gente y la preparan para recibir el mensaje de Dios.

D.        Más no es mejor. Ejercite el dominio propio. Es mejor que las personas se queden con el deseo de más y no que resulten cansadas de demasiado.

E.        Evite que los sistemas moder­nos de sonido tapen la respuesta de la congregación. Recuerde que la música de ellos es tan importante como la suya. Cuando uno no logra escucharse, generalmente se calla.

F.         Sea espiritual, no aparente espi­ritualidad. A la vez, recuerde que hay cosas que deben suceder a solas entre usted y Dios.

G.        La adoración no es simplemente una función de habilidad musical. Los
músicos necesitan dar un testimonio excelente y poseer madurez.

H.                Expresiones prácticas.


1.         El director de adoración debe coordinar la música con el tema del mensaje o de las fechas especiales. Lamentablemente en muchas iglesias no existe tal coordinación, sino que los músicos hacen su programa y, cuando han terminado, simplemente ceden el culto al pastor. Aun más, la actitud de muchos músicos es entregar la dirección del culto cuando todos están cansados y”gastados”.
2.         El grupo musical debe practicar previamente la música para poder dirigirla bien, enseñar nuevos cantos o realizar números especiales.
3.         El programa debe ser planificado para ofrecer equilibrio, orden y parti­cipación significativa . Todos los ele­mentos vitales deben ser considerados e insertados en los lugares apropiados. También hay que tener en cuenta las necesidades físicas, a fin de que las personas no se cansen. Es imprescin­dible que haya equilibrio.
4.         La música debe ser escogida o preparada (impresos, pizarra, himnarios, etc.), de tal forma que las personas puedan aprender los cantos y participar.
5.         Los instrumentos deben ser utilizados para ayudar a dar cuerpo y sustancia a la música, pero siempre vistos como elementos auxiliares, no dominantes. En otras palabras, deben ayudar a llevar el mensaje y tienen
que permitir que se escuchen tanto la letra de las canciones como las voces de la congregación.
6. Es importante distinguir entre la música que es para toda la congre­gación y la música que es especial. En la música especial es mejor invitar a la congregación a estar sentada escu­chando y adorando. La música para la congregación debe ser conocida o deben proveerse los medios necesarios (retro proyector, cancionero) para que la congregación pueda participar plenamente.
7. Si la iglesia está creciendo nu­méricamente, se necesita pensar en la manera en que los nuevos miembros puedan aprender la letra y cantar desde el primer momento. Recuerdo que cuando llegué a cierto país, el primer domingo que fui a la iglesia no conocía ninguna de las canciones. Estuve parado más que una hora sin poder participar, excepto en el escuchar cantar a los demás. Pensé en las personas nuevas... ¡Qué difícil hacemos para ellas el poder disfrutar de nuestros cultos!
No hay duda de que la adoración en el cielo será gloriosa. Tratemos de que lo sea también en la tierra. Creo que mucha oración y sabiduría pueden establecer una gran diferencia. La adoración es herencia y responsabili­dad de todo el pueblo de Dios. Hagamos bien nuestra tarea. ¡Adore­mos juntos! •

Apuntes Pastorales ©

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